Montados en camellos, los tres Reyes Magos partieron de Oriente en busca del niño Jesús, el Salvador, a quien llevaban regalos. Fueron guiados por una estrella (“La estrella de Belén”) que los condujo hacia Belén, un pequeño pueblo de Judea en donde había nacido Jesús. La estrella se detuvo sobre el lugar en donde estaba el niño Jesús, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, un pequeño cajón de madera en el que habitualmente comían los animales dentro de los establos. Los tres Reyes Magos se postraron ante Él, lo adoraron y le entregaron sus obsequios.
Baltazar, de raza negra, le entrega oro. El oro es el más precioso de los metales y propio de los Reyes. Es por esta razón que le fue obsequiado a Jesús, ya que Él es el Rey de Reyes. Por lo tanto, el oro es el Símbolo del Rey.
Gaspar, el más joven y rubio, le entrega incienso. El incienso es una preparación de resinas aromáticas vegetales, a las que se les añade aceites de forma que al arder desprenda un humo fragante y un olor característico. Antiguamente, el incienso sólo se utilizaba para adorar a la Divinidad. Con este obsequio, queda de manifiesto que Jesús es Dios. Por lo tanto, el incienso es el Símbolo de Dios.
Melchor, anciano de cabello y barba blanca, le entrega mirra. La mirra es una sustancia rojiza aromática con la que antiguamente se untaban los cuerpos de las personas que morían. De esta manera, la mirra manifiesta que Jesús también era un hombre y moriría. Por lo tanto, la mirra es el Símbolo del Hombre.
(Una representación de los tres Reyes Magos)